Un buen café para aprender y ponerse en acción
La publicación que nos ofrecen Alejandro Steinhaus y Marcelo Pino-George no sólo es un certero análisis de los desafíos comunes que enfrentan las organizaciones en materia de seguridad y productividad, sino que nos ofrece una ruta de navegación para abordar la necesidad de mejora permanente.
Afrontar estas materias, tras el boom de los sistemas de gestión en las décadas pasadas y la insatisfacción respecto de sus resultados, es una necesidad para poner las cosas en su lugar, reconociendo el aporte de la sistematización en torno a buenas prácticas globalmente homologables, pero también revalorando el trabajo y el aprendizaje propios sobre las condiciones concretas y particulares de cada organización.
A través de principios rectores y la advertencia para no caer en las trampas o deudas que nos imponemos cuando dejamos de ser consecuentes con nuestros valores, el libro logra guiarnos de manera amena y didáctica ante el desafío de mejorar constantemente.
Difícilmente estas lecciones se aprenden en las universidades, al menos en el nivel de pregrado. En mi generación, y sé que también en las posteriores, el foco académico siempre ha estado en las competencias técnicas y bastante alejado aún de la realidad de las faenas o procesos de las industrias, donde por sobre todo convergen personas, con sus fortalezas y debilidades.
Por lo general nos hemos llegado a plantear el gran tema de “la manera de hacer las cosas”, y no solo el qué hacer, gracias al camino que nos han mostrado ciertos líderes de nuestras industrias, por interés o talentos personales o por una experiencia marcadora, ya sea buena o mala. Sin duda este libro ahorra parte del camino, permite adelantar en él, e impulsa a todo responsable de un proceso a asumir el liderazgo sobre los desafíos que enfrenta.
Los problemas identificados y los casos expuestos en este libro me hicieron recordar diversas experiencias a lo largo de mi carrera, conexiones realizadas con los equipos logrando impulsar a la organización y sus resultados, cuellos de botella que pudimos superar entendiéndonos mejor unos a otros, aprendizajes exitosos y otros frustrados, oportunidades aprovechadas y otras que dejamos pasar.
Cuando me tocó asumir en un momento complejo para mi nueva empresa, en un escenario de restricciones en toda la industria por el ciclo a la baja en el precio del cobre, tomamos la decisión de invertir en la calidad de vida del personal en la faena. Los resultados conseguidos posteriormente han tenido sin duda muchos otros y quizás más importantes motivos, pero por ahí empezamos a arreglar las cosas. Porque con esa decisión estábamos mostrando consistencia con la visión de la organización que necesitábamos compartir y poner en rápida ejecución, que es la nos ha guiado y redituado ampliamente en mi actual compañía durante los últimos años.
Otra situación que se plantea con fuerza en el libro también la he debido vivir y enfrentar en mi carrera profesional. La tendencia de hacer del diagnóstico un fin en sí mismo, perfeccionándolo infinitamente, sumando más y más opiniones, cada cual más brillante, cuestionando hasta el último detalle, como si no fuera necesario actuar. En determinado momento he llegado a limitar las eternas consultorías y asesorías internas o externas, porque más allá de su fin específico, terminan retardando la activación de lo que hay que hacer, de lo que necesitan nuestros procesos.
“El actuar de manera oportuna hace la diferencia. A veces, con soluciones pequen?as resolvemos los problemas mientras son pequen?os”, es una de las sentencias, filosas y asertivas, con las que este libro busca removernos, y lo logra desde su cercanía con la realidad de las organizaciones.
Los autores han logrado sintetizar y sistematizar en este libro un cúmulo de experiencias, con las cuales cualquier profesional se puede identificar, permitiendo encontrarles un sentido concreto en su proceso, ayudando a un ciclo de aprendizaje propio y de quienes le rodean. Es destacable también la interacción que logran con el lector, interpelándonos a través de preguntas que nos hacen pensar en nuestra propia realidad, descubriendo nuevas oportunidades a partir de lo que somos y lo que hemos logrado construir como equipos de trabajo.
El libro nos llama constantemente a aprender, pero también a desaprender, dispuestos, con “coraje” como dicen los autores, a reconocer lo que no funciona, lo que no aporta, lo que perdió vigencia y que nos está desviando del foco de nuestros esfuerzos.
A lo largo de sus páginas sorprende permanentemente la gran conexión que se establece con la realidad de los profesionales a cargo de faenas complejas y de envergadura, como pueden ser las de la minería pero también las de muchas otras actividades empresariales. Particular atención me generó además la manera en que plantean lo que denominan como una etapa de “post-certificación”, reflejando un fenómeno real que ha venido tensionando las organizaciones.
En este sentido, denotan los riesgos de copiar experiencias que tienen factores diferentes a los propios y, por el contrario, destacan la oportunidad de aprender desde cada organización, aprovechando lo avanzado, descartando lo que no funciona, asegurando la participación, testeando las nuevas prácticas, buscando socios estratégicos en el entorno de negocios.
El entusiasmo que traspasan estas páginas está justificado en la fe en las personas, en su capacidad de superación, en la confianza de poder ayudar a cada uno a identificar el sentido de lo que hace y caminar detrás de él. La experiencia me confirma esos buenos augurios, porque cuando logramos encarnar una visión en la organización, el liderazgo no lo hace una sola persona o un grupo reducido sino todos los miembros de ella. Por lo demás, es la única manera en que se alcanzan resultados notables y se mantiene vivo el deseo por mejorar.
Cuando nos planteamos valores que concretar, en vez de tareas y resultados dispersos, podemos afrontar los grandes desafíos, no sólo obteniendo la participación interna, sino que involucrando a todos los que nos rodean – familias, comunidades, sociedad en general –, proyectando el sentido de lo que hacemos.
El foco en los procesos que plantean los autores me es familiar y querible, porque es allí donde se juega el ciclo del riesgo, donde se materializan los valores de seguridad, productividad, eficiencia, sustentabilidad o cualquier otro objetivo superior, y donde se verifica que las acciones que los respaldan son realidad.
Igualmente, la analogía del tren me hace pleno sentido, porque el objetivo de todo líder es llevar su nave a buen puerto, alcanzar con su equipo los resultados esperados. La ruta a seguir no sólo es la que está en el plan del día, sino por sobre todo la que debemos anticipar para afrontar un mañana cada vez más exigente.
Haciendo alusión al café que los autores nos proponen compartir al final del libro, puedo decir que leer y estudiar este documento nos deja un buen sabor, de aroma profundo, que nos despierta para actuar, que nos reúne para compartir y aprender juntos.
Jorge Gómez Díaz *
Ingeniero Civil en Minas
Universidad de Atacama
* Nota: el autor del prólogo ha ocupado altos cargos ejecutivos en diversas empresas mineras, siendo actualmente Presidente Ejecutivo de Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi.